ILLOGICAL WORLD PEOPLE (IWP)

CARTA DE DIOS PERRO SOBRE LA PUTA FLOR SUS MÚLTIPLES pétalos

Carta de Dios-perro. Sobre la puta flor. Sus múltiples pétalos.

Escena uno: Adamás solo, termina de leer la carta de Dios-perro.

POETA: Regreso a la máquina castrante, me llama. Me siento a mirar los puntos del transductor: la enfermedad omnipotente de la palabra vuelta mierda/muerta esencia. ¡QUÉ QUIERES DIOS-PERRO/

DE MÍ!; sólo un perro famélico.

El miedo de El miedo de pudrirme en su malignidad. Negro y blanco. Grises.

Claro que te recuerdo, Dios-perro. Entonces quería ausentarme en la muerte, vaciarme a la ausencia, precipitarme a la nada de esos puntos manifiestos. A veces. Siempre. Nadie. La máquina quirúrgica, sus engranes pulidos, sangrantes, el amplio espacio, el rostro del hombre, las arrugas, la angustia. A veces, siempre. Las manos que rasgan, que cortan, que remiendan. Hora de trabajar, el dios-perro te lo pide y tú recuerdas. Para estas manos era un vientre enajenado; una tráquea frágil, inmóvil; unos pulmones rasguñados; la sangre omnipresente en capaz finas sobre mi matriz cuarteada; el asco, las vómicas del absceso sangrante. Era tos y asfixia para la máquina. Insatisfacción para la esposa. Ausencia de la heredera. Pero nadie tiene nada LA NADA ASINTOMÁTICA sólo el nombre la palabra el apellido perdidos en la historia, sólo la desolación incontenible del enajenado. ¡Qué era Dios, qué de mí! El lecho donde se intercambia el oxígeno el sudor era el seno de la enfermedad, ahí moría la plenitud, ahí se volcaba el odio, ahí se gesticulaba la desesperación, ahí se acababa la vida. En el lecho fluía sólo la infección productora de los conflictos, del silencio, del continuo fracaso. La infección prosperaba y se corría a las manos, se corría a los pulmones. Pronto se detuvo todo ruido y sobresalió el silencio de la éstasis total. Entonces, vino la asfixia, todo se puso azul y empezó a morir. Pero la máquina es perfecta, la máquina no cede, la máquina llora; así, de pronto se abrió la tráquea y se drenó espontáneamente sobre el piso metálico e inmaculado toda esa materia purulenta. Y no le temí entonces a la infección y tampoco le temí a la cura. YO SIRVO A DIOS-PERRO. Después, todo estuvo bien: el mundo perfecto conservaba sus partes anacrónicas. La esposa embarazada. Vientre perfecto. Materia. Así cedí; así principio; así, por fin, descansaba muerto. Ahora, aparece el amargo devenir con su voz filosa, con su petición. Sé que soy el hombre sin alma, sé que soy una gran masa indiferenciada, soy un demonio, un perro. Cuando pienso en mi tiempo pienso en mi espacio anatómicamente muerto, en lo que perdí, lo que no se transfiere, lo que se movía detrás de toda esta maquinaria de ausencia: y cuando pienso en ello, lloro, a veces, mi carencia individual. Soy, ahora, de las partículas la misma molécula que rodea mis mucosas, soy de mis brazos el bisturí el cuerpo la sangre que embarra; soy de ellos lo mismo, nada más. No tengo nada sino es mi espacio muerto proporcional a mi apetito. Pero detrás de él está mi ser: se mece plácido, juega, enternece, acaricia a su madre. Y entonces no me arrepiento, entonces no lloro. Me asalta la idea del agradecimiento, del triunfo de mi ser sobre la fatalidad; aunque no sea nada, ya no más nada, me asalta la idea hermosa de que esto es, será, una vida maravillosa. Abren telón. Aparece la esposa en vestido blanco con su hija a lado.

POETA: El sol refulge en belleza, amada esposa, it´s a wonderful life.

PUTA: ¿Qué te ha pedido Dios-perro? Comprende. Mirando a la hija. No te preocupes, mi dulce hija, yo nunca te voy a faltar. Venda los ojos de la niña.

POETA: UN HIJO POR MI AZOOSPERMIA MILAGROSA. De las bendiciones, la más sabida: el amor que te profeso. Ciertamente te digo que gracias a ti es que respiro: perdóname la sangre, de haber sabido seguiríamos llorando el lecho nupcial. Cuídame bien a mi niña, no vaya ser que no sea hombre sino el mismo dios-perro sediento de su propia sangre.

PUTA: Así sea pues.

Entonces la puta se disfraza de mujer violada. Deja a la niña a lado, y comienza a gritar histéricamente. Las bragas brillan hermosas y las manos blancas y brumosas se mecen plácidamente en el cuarto.

Del poeta, los lamentos, por las calles baldías; del poeta, el llanto, el miedo. En el principio era su voz en el aire la página la tierra baldía, precipitado en las avenidas de carros sin recoger sus pedazos. Su esposa la imagen de su sueño vuelta tierra en algún colchón inmaculado mirando a su poeta ferviente de palabras parir el dolor sin éxito. Habíanle dado cualquier vehículo… para recorrer el mundo rezando que la voz llega lejos y el dios-perro está cerca y puede oír la desesperanza. Así, del poeta dado por muerto, después la voz de esperanza, del dios-perro cargando pluma papel y navaja, la promesa de un hijo a imagen y semejanza…

POETA: Así mi firma negra, de sangre coagulada. Acariciando el rostro de su hija. Ese papel que ves, pequeña, eso soy yo, eso eres tú. Pausa. AHORA REGRESO A LA ANGUSTIA/

Por qué, Dios-perro, en el tiempo tan largo, amándote u odiándote, si de los hombres es la decadencia de los placeres, tú, desde tus alturas viéndonos, aún decides darnos vida. Por qué no nos maldices con gloria sabia y terminas con nuestras horrorosas injusticias. No son del tiempo la decadencia de los placeres, ni tampoco el exceso de la enfermedad, sino del hombre. Es bien sabido que mil hombres mueren por uno que nace, éste ya enfermo desde la génesis de su desdicha.

HIJA: Pensativa. Así tenemos la suerte de traer nuestros cuerpos enfermos a este decorado abigarrado, PAPI.

POETA: Tiene razón hija, perdóname. Tenemos la suerte, aunque sólo sea para ver la deshonra de tu madre.

Se cierra telón.

Nunca el poeta, nunca antes de que la dicha colmara al injusto, con la sed de sangre que le nace inculcada, en sus testículos maltrechos mirara, por fin., el juramento divino, de renacer en el cuerpo de una mujer santa; y así, después, morir colmado él también, en pecado y tristeza, pero con el recuerdo grato, del momento sexual, de la dulce puta vuelta virgen.

Y, en su mundo infeliz, una semilla que florece amargamente, su dulzura inmaculada, el poeta ansioso levanta su cuerpo, gesticulando su demencia. La tierna virgen acerca su mano santa y toca los cabellos enmarañados de la pobre bestia que entre sollozos musita su alegría. Nada del mundo fue antes tan bello, como el tiempo infinito de la contemplación maravillosa de la existencia vuelta mujer, al ser sólo piedad para el hombre caído, roído por la tierra, PROLONGACIÓN DE SU ESENCIA. Después sólo la angustia de la pérdida, sólo la esperanza inmortal. POR SIEMPRE EL RECUERDO, aunque me persiga LA CRUZ.

Resurrección.

Regreso al vientre crucificado, regreso a la máquina castrante. Mis testículos de poeta.

POETA: ¿Habría de ser, de todas las historias, la mía, la de un triste hombre en el polvo de las urbes, escondido detrás del escalpelo de la sábana quirúrgica, mirador activo del invierno de los hombres, limpiador de vísceras, la escogida por el dios-perro para interpretar la última escena? He, Dios-perro, que yo te merezco. El asco que nace en mis entrañas surge, justamente, de la ausencia de tu nombre. Te necesito. Te miro arrobado por la belleza, el sueño iracundo de ser de ti un remedo significativo y no la sombra asquerosa que pugna neciamente en este mundo harto informe. MIS PULMONES MIS MANOS POR UNOS TESTÍCULOS NUEVOS. Si de algo te sirven, así mis pulmones mis manos, tuyos ahora, para el enfermo/criminal/muerto, para orgullosamente merecer mi alma negra y demoniaca, mi luz de cavidades.

SÓLO YO, GRAN PECADOR/ GUERRERO/ un rayo para quemar mis huesos/ sacrílegos/ alguna voz que oculte mis alaridos de bestia.

El dios-perro toma la daga y drena los pulmones del poeta. El contrato brilla.

El cuarto es enfermedad. De los devotos que se enclaustran en el pasillo orando con el sacerdote, un libro de hojas viejas que guarda la palabra santa, una mujercilla cansada que sufre en el recibidor la muerte de su hija, la pobre mujer del puerperio fallido, unas velas, el dolor de traer al mundo la muerte, cosa que además no es de los hombres sino de los dioses. Así ella se arranca la ropa mientras los rezos son fuertes y la voz se ahoga en la razón. ¿Cómo describir su lienzo, el aceite, el rojo que se mira dentro de sus ojos, su alma de pena? Se llena todo de tela blanca, la nariz, el esófago, su sombra, un crayón que desvanece los surcos malares, los negros párpados, de los pulmones sofocados, la apnea. ¿Cómo rayar el boceto consumido de su boca vieja y espantosa? Miramos todos el clamor danzante de sus manos epilépticas, miramos todos el Padre Nuestro en la boca. ¿Pero, dónde está el perdón, hija mía? De tu marido una concavidad más. Así, mejor el Dios amante, de los tantos dioses amorosos, él sí escucha, él sí toma nota. Un poeta castrado la dibuja en el oxígeno consumido por el fuego, en la gota ardiente resbalando por el tallo de parafina. La voz quebrantada, el sutil mirar de los demás. ¿Dónde está el dolor? Se llena todo nuevamente de tela, cubriendo los senos marchitos, cubriendo las manos, cubriendo el cuello. El pulso de la oración, el pulso parsimonioso de la oración, de todas las cosas el sacerdote rezando con fe, los hombres cantando con fe. El albor con sus funestas noticias. De los devotos las historias brotan como manantiales ricos, brota sangre agua lodo dulce de caña; de los devotos la farsa es lo último en el expediente de la deshidratación eterna de las carnes. Hay más que la sombra lúgubre de sus gestos, hay más dentro de sus rezos piadosos. Para no dejar sola a la mujer luctuosa sino orar por ella, por ellos, por nosotros CADÁVERES AL FIN Y AL CABO; hay más en sus corazones autómatas de crucifijos. Ahí podrían estar todos padeciendo, el cerebro hinchado, la acidez de los cuerpos. Ahí podríamos estar todos llorando de la maldita vida, sólo el dolor de la terapia intensiva con los hijos mirando su garganta triturada, los rasguños del cráneo fracturado. Todos convalecientes, esa es la dicha. Sí, podría ser más que pedir un velorio barato, podría ser que tú te rías frente al enfermo y que él se ría contigo CONTIGO no más que el placer de tocar su frente sudorosa, aunque el olor a muerto sofoque tus sentidos, aunque el vómito no quiera esperar la formalidad del encuentro. EL OLOR A UREA, el hecho de secar sus mejillas de dolor, el hecho de mirar sus ojos perdidos. Hay todo eso, mujercilla de espíritu quebrado, de espíritu ausente, de la hija perdida, del nietecito /cadáver ventilado/; llorar tu dolor Padre Nuestro, llorarlo, cristiano hombre de manta sacra. Hojas son sólo hojas cuando el cuerpo está en trance, cuando el difunto vela tu dolor, cuando el espasmo de tus vasos te explica que ya está aquí, junto a ti, cadáver sólo el cuerpo, ni el olor ni la muerte ni los gestos de sufrimiento crónico. Aún así podría tomarte de la mano y morir contigo, regalarte mi alma para que viajes más rápido a donde has de ir. YO CONOZCO EL SUFRIMIENTO yo lo padezco PADRE NUESTRO. Así, santificado sea tu nombre, porque puedo llorar la terapia intensiva, porque puedo fracturarme el cráneo mil veces y morir joven, soy de todos una masa de lamentos, aún difunto la calma que obsequia mi silencio, no sólo el funeral económico, no sólo la hija silente o de la nieta sin llanto, no sólo el médico estudioso, no sólo los devotos en el pasillo escuchando el sacramento.

Así pienso, padezco, subrayo. De la mujercilla, sus lágrimas saladas como piel seca por el frío invernal, el olor a humanidad enferma, luchando por sobrevivir, ansiosa de tener su oportunidad en la vida. Yo estoy allí junto ellos, sobre ellos, dentro de ellos, nada más yo, ellos, tú/ LOS HOMBRES Y SUS LÍQUIDOS. Lo pienso mucho, tomar su mano y decir que la comprendo, rayar un rojo, un brillo en su tela; quizá no meter algodón en sus fosas nasales, dibujar un blanco en su pómulos, tres cruces, cuatro, un círculo sin terminar para que no termine nunca y no se acabe. Pienso en inyectar electricidad en su cuerpo, múltiples focos de electricidad difusible velozmente, pero nunca tocar el primer foco, nunca alcanzar el último, círculos inacabados, perfectamente redondos pero inacabados, de esta manera la imaginación imagina que ahí están, que algún día terminarán y se siente el alivio que de ninguna otra manera puede surgir, no del dolor que yace implícito en la existencia. Quizá inyectar adrenalina, gritar, regresar del corazón muerto, evitar lo difusible, coronar al difunto sólo en vivo, sin unciones, sin óleos, sin jazmín, ni olores que roben la humanidad del ambiente, sin inciensos que consuman el aire que mantiene ardiente la flama. Inyectar con el dedo, de santo, de enfermo, de cómplice de pasión, de mortal formado en las filas de rezo tomando el cuerpo de Cristo, el gran amigo, quizá si su muerte nos dio vida, pienso, tanto así, regresar a su muerte y evitar que se difunda y traerlo con electricidad a los rostros de todos los que esperan fuera de la sala de terapia para mirar a su cadáver, al próximo difunto, la imaginación muerta imagina pensante, en todo el dolor, en todo el sufrimiento, quizá no deberíamos tener ropa, quizá no deberíamos tener piel ni músculo ni mucosa, sólo los pulmones y los vasos y el corazón; imaginativamente exprimir las arterias de desesperación y ver saltar el chorro de sangre al techo, pintar el dolor a un marrón, disfrazar el aroma de miedo a de ira. Pienso en el temperamento humano, en sus contradicciones, en sus capacidades. Y así evito rodar por las escaleras y fracturarme el cuello o difundirme y ser feliz en el cielo, en la costra de los quemados, en los bronquios de los asmáticos; apresar el fuego y terminar el círculo, caer dos tres veces en círculo no circular hasta que ya en el fondo el difunto deja al cadáver y mira a su entorno en la dicha del muerto, de la imaginación muerta imaginativa, tal como esperaría, sin inyectar nada sólo llorar en pena alegremente para apagar las velas, para quemar los libros viejos, para crucificar al sacerdote, para pintar los párpados con carbón y sudor séptico. Pienso en el temperamento mortal, en su caída, en la fragmentación de su pensamiento, en su ausencia de popa. Sólo pienso, imagino, disfruto pensando, sin idea. EL DIVAN CEREBRAL SE VUELVE OCIOSO la fragmentación cerebral evidente/

de los ríos una relación ancestral, la que caída se ha dicho, mujer o pánico/ el inferior del cuerpo quebrado para todos es similar si se intenta apresar el fuego/ LLAMA ARDIENDO APAGADA dices al contestar el teléfono, dices al amarte –gran casualidad/ no te dejo ir al desván DIVAN CEREBRAL RENCOROSO te extraño aquí, cerca de mí, no te dejo ir muerta, no/ cadáver/ mejor aquí conmigo donde no puedo enterrarte. Así no desaparezco, así no me tumefacto risible sino que te observo lento ruido de camión de carretera y te espero oscilando perpendicular al lecho de muerte/ deberías creer en lo que digo/ no sé, mujer, dime tú BLOOM eres un hijo de puta, métete tus cuentos por la carótida interna/ ¿De qué? Así me dejas/ radiando el trecho malhecho ruidos voluntarios en el ambiente cataléptico ruidos no más/ tú, sí, tú/ Dónde vienes, a dónde flama, dispersa en el tiempo, que ahora si tengo el fuego para encender tus ovarios que dios-perro sí sirve, un ser extraordinario, quizá más allá que acá de todos conocido, mejor que rezar como pendejo, el tiempo que tardó en venir, es menos que el que tarda la idea en llegar a la boca. Y aún los comprendo, engendros, de su ritual mortuorio y me entiendo a mí y por eso lo enuncio: LA VIDA NO COMULGA CON LA MUERTE, todo sólo es el Hedor de Mujeres, La palabra exacta la voz, la firma y no el grito infructuoso de la mujer que ve morir a su hija. Se firma el contrato.

Recién entrados, apetito feroz, pedimos una paracentesis para el velado y así velar los mononucleares. Mientras dejamos que la mujer, enferma ella, quizá un tumor uterino, siga llorando. No es de todos el enunciado, aquél sí, de todos no, un poco quizá de todos pero no de todos. Sería humillante que así fuera, de todos eso, porque nada de lo que dicen es brillante, pero podría ser la verdad. Sírveme una cerveza. Entonces decidimos afilar los cuchillos para estudiar la masa esa. ¿Correcto? Nada. Después de ésta nos vamos a casa. Dormir, una siesta larga. O coger que no he cogido todo, quizá y pueda tener otros dos hijos. Sí, él que vaya a limpiar sus mesas, primero que cumpla y luego lo atendemos. ¿Vamos Dios-perro? Está bien, lo llevamos. Nos espera la escoba en las caballerizas. ENTONCES, salidos del quirófano tres hombres en uniforme de carniceros, con la mujer entubada, en sala, a partir de respiración positiva, tensión arterial nula, para ver si sobrevive, el niño ya muerto, la madre en calma con benzodiazepinas. Dejamos todo, para ir por una cerveza, una más, y luego unas putas de la alameda. Gorda nalgona. Je.

–¡Hey Bloom!, jodido enfermo, ¿quieres una cerveza? ¿Sí? ¡Abuelo!

–¿Sí, mi médico?–. Una cerveza maldito anciano, cerveza espumosa, un trago, ah, sírvenos una ronda para morir alcoholizados que acabamos de matar a la mujer esa.

–¡Mi puta madre!–. La vieja esa tan buena. Pero no trae las cervezas: el cantinero es un desgraciado con su hija tan hermosa.

–¡Dejen a mi hija, malditos asesinos!–. Sólo queremos que regrese el favorcito. DEBERÍAS PONERTE UN BOZAL. La hija tan rica.

–¡Hey, ese es mi papá! ¡Y esa es mi hermana!–. Jodido cadetito depravado. ¡Matemos al anciano!

–¡Hijo de puta!–. Tumbadientes, dolor y pena. Dios-perro saca al canino grande y negro, clava-colmillos y le destroza la garganta al viejo mientras, el hijo llorando al padre, salen por la salida de emergencia.

–Nunca me había divertido tanto, no si fuera por… necesito a NADIA/MARGARITA.

–Necesita a NADIA/MARGARITA. Hey, Adamás, sácate el coño y enséñaselo al fausto éste. Mira que también en el de Adamás se puede implantar un cigoto. Yo voy por las escobas.

Pero es una putada, tomamos el bisturí, abrimos sin problemas. Placenta percreta. Según habían dicho: entrar y salir, detener la hemorragia, sacar al producto, una traqueotomía permanente para permitir la respiración. ¡Ciencia castrada! UN NUEVO ÚTERO POR MI CÁNCER tu cáncer Dios-perro, jodido desvirtuado, castrado potencial. Lo demás lo iba a hacer el internista.

–Bueno, por lo menos no fue como el jodido nefrólogo que inyectó xilocaína directamente en la subclavia. ¡Joder! Parecía un jodido fantasma. Afortunadamente el paciente era un pobre diablo que no tenía con qué pagar la cuenta hospitalaria. Se podría decir que lo que hizo el doctor fue un trabajo honradamente paliativo: de todas maneras no se podría haber salvado su vida, las medicinas curativas son bastante costosas. Bueno, pero de que va a ir el ministerio judicial, va ir, y le va a quitar su permiso de iatrogenia.

–Un puto médico menos en este jodido mundo.

–Si tan sólo hubiera menos médicos y más patólogos.

–El amor por la ciencia mi enfermo amigo, sube a tu escoba que nos espera tu NADIA/MARGARITA.

Y así, detrás del panel está el anfiteatro donde los estudiantes disecan los cuerpos en busca de la verdadera naturaleza de los hombres. En él trabaja el doktor Adamás, el nuevo genio en fertilización que ha descubierto la fórmula para revertir la azoospermia.

Aparece el doktor con una ampolleta de morfina que se inyecta en la carótida común. Un séquito uniforme de químicos farmacobiólogos le limpian sus secreciones mientras yace tirado en el suelo. Pasadas unas horas el hombre se levanta brillantemente iluminado.

–¡Eureka! ¡Eureka! –grita entusiasmado el galeno–, ¡por fin!, ¡por fin!–. Los estudiantes dejan los frascos con úteros para reunirse alrededor del doktor. Éste regresa a su escritorio por una ampolleta de morfina y una más de un tipo de metilenanfetamina que se inyecta mezcladas en la carótida común. De pronto una energía fascinante y sobrenatural recorre su cuerpo. Se dirige a los investigadores.

–Ahorita vengo, muchachos, voy a cogerme a mi esposa. Vente tú Kundalini, no me vayas a dejar ahora–. Y el médico se marcha, feliz, a su sanatorio.

–Póngame la bata, enfermera–. Está con el ecocardiólogo:

–¿Cree que yo aguante la operación, colega?

–Definitivamente, colega.

–Entonces póngame a mi esposa en posición ginecológica, enfermera.

–En seguida, doctor.

–¿Y está en etapa fértil?

–Parece que sí doctor, es tan regular como la luna.

–Entonces póngame la bata, enfermera. Abrimos. Primero retraemos labios mayores, luego menores, algo de jalea, eso, sí, está bien, pásame una gasa…

Nueve meses después la hermosa niña, sana como ninguna. ¿Dónde estás hija mía? Escuela primaria pública para pagar los narcóticos/opiáceos de papi. Mamá esta en el baño tragando un kilogramo de valium. ¿Hiciste la tarea? Afortunadamente en las escuelas públicas les importa un coño que uno sea adicto a la cocaína. Además los testículos ya funcionan así que, qué importa. Unos ellos y yo/dios-perro, tal como lo dijiste, el derecho de disponer de mi ausencia de alma, de ladrar como perro amaestrado. Pero yo, también, dispongo de una hermosa hija.

–¿Entonces me puedes ayudar, Adamás?

–¡JODIDO BLOOM! ¡Eres un maldito descarado! Por mí que te pudras. Silencio. ¡¿Qué?!

Entran las rameras, tarde pero llegan, empiezan a desnudarse lentamentemasrapido para observarles las vaginas. Hemos invitado al distinguido ginecólogo doktor Miller para que les arranque los pelos y me haga unos implantes en la cabeza. Pero ninguna de ellas le gusta.

–¿Entonces, hay alguna esperanza para mí?

–¿Prolongar tu existencia? Dios-perro le da una palmada en la espalda y lo saca de lugar.

–Existe una manera moribundo, sólo una. ¿Estás dispuesto?

–Lo estoy.

Y el poeta, de esta tierra maldita, mirando con recelo el rostro del fantasma, los ojos inyectados por la sangre, la tristeza jadeante en su universo famélico, mira sus principios caer más profundo que el silencio, más lentamente que el aire. Y supurando su enfermedad, retoma la carta del demonio, hace una reverencia a su esposa y tomando de la cabeza a la santa, besa a la niña, profundamente, en la frente, lentamente, consciente de su enfermedad y su desdicha. Y la cruz, antes engendrada en la génesis de su farsa, es ahora la misma escoba, esa, la que Dios-perro, divertido, sostiene desde el lecho de su sombra.

Este texto de mierda lo hice una tarde de desparche excesivo,pensando en dali mi perro y en cuando yo era el dios perro y era mas vago de lo que soy ahora jajajajja y de una manera u otra quedo una chimba a mi parecer aunque es un poco delirante, crudo y a la vez un poco ilógico. Ah si no entendieron putos es una obra de teatro.
espero haya sido de su agrado.
Omar

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